Vacas gordas con zapatos de tacón de aguja

Es muy posible que en breve los dirigentes griegos den marcha atrás en sus pretensiones de dar una patada a los mercados y hacer lo que deberían hacer todos los gobiernos cuando no saben gobernar: poner sus decisiones en manos del pueblo, que es el que en definitiva termina siempre pagando.
Y todos respiraremos aliviados, ya que son los griegos los que se ajustarán ellos solitos la soga al cuello. De todos modos son ellos los culpables de tener una clase política tan inepta ¿no es cierto?
Pero lo malo es que la nuestra no es mucho mejor, o para ser más exactos, toda la clase política del capitalismo occidental es igual de inútil, inoperante e impotente. Los que gobiernan son los bancos y nosotros somos sus esclavos hipotecados.
Y ahora «los nuestros» afrontan la campaña electoral dispuestos a culparse los unos a los otros. Unos convencidos y en cierto modo aliviados porque no van a ganar y así podrán eludir la responsabilidad, y los otros (porque sólo hay dos) convencidos y en cierto modo acongojados porque saben que van a ganar y no tienen ni la más remota idea de qué hacer para arreglar esto sin perjudicar a los que mandan, que no son los que ganan las elecciones, sino los que vienen ganando dinero en tiempos de bonanzas y en tiempos de crisis: la banca.
Pero ¿desde dónde viene esto?
Pues difícil precisar, pero creo que viene de los tiempos de las vacas gordas con zapatos de tacón de aguja. Felices tiempos en los que cualquiera tenía un Audi. Sólo bastaba con currar construyendo casas que costaban mucho más de lo debían valer y que, a fin de cuenta, valían mucho menos de lo que constaban porque, para qué engañarnos, el tipo que terminaba comprando el Audi no tenía ni puñetera idea de cómo poner un ladrillo, así que lo ponía de mala manera y nadie le decía nada, ya que la casa se vendía como si fuese regalada.
El tipo se partía la caja cuando se acordaba del profe que le decía que tenía que terminar la ESO. Ese profe que, tras quemarse las pestañas estudiando para sacar unas oposiciones, ganaba menos y no encontraba casa a un precio aceptable.
Pero por su puesto, el tipo del Audi no ahorraba. Para qué, si el banco le metía en la hipoteca el Audi, la tele de plasma, el viaje de novios, el injerto de pelo y hasta el carnet del Real Madrid. El dinero le servía para comer fuera de casa todos los días, comprar ropa de marca como la que llevan los concursantes de los realitys de la tele y poner el Audi a todo riesgo, no se me vaya a estropear la pintura. Ni un libro en la cesta de la compra.
Y ahora al tipo del Audi se le ha acabado el paro y no sabe hacer nada, porque no ha estudiado, como le dijo el profe, nadie requiere sus servicios como artista de la construcción y a nadie se le ocurrió desarrollar, en tiempos de vacas gordas con zapatos de tacón de aguja, fuentes alternativas de riqueza al margen de las hipotecas. Menos mal que al profe también le han bajado el sueldo, que no la hipoteca. Por supuesto también le han bajado la magnífica tasación que le hicieron de su casa con goteras. Lo que valía 300.000 para hipotecarse, ahora no vale más de 100.000. Cuan caprichosas son las matemáticas financieras.

Y se creían esos griegos que iban a romper la baraja. Ingenuos.

~ por Orts en 3 noviembre 2011.

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